LÁPIZ DE MINA
8 de noviembre de 2010
Carrusel
Pero siempre llega un día en el que sales disparada del carrusel, te ostias contra el granito, te caes al suelo, escuece, duele, te levantas mareada, coja y tambaleándote, y tardas cierto tiempo en recuperarte.
Para aquellos que nos encanta el carrusel… la clave está en optimizar ese tiempo de recuperación. Pero… ¿cómo?
9 de marzo de 2010
Te describo
31 de agosto de 2008
Sin asunto
- Si tú no creas el cambio, el cambio te creará a ti. Anónimo
- Hazlo a lo grande o quédate en la cama. Larry Kelly
- Siempre que caigas, trata de recoger algo. Oswald Avery
- Una persona es aquello en lo que cree. Anton Chejov
- Pueden hacerlo porque creen que pueden hacerlo. Virgilio
- Si no compites con nadie, nadie puede competir contigo. Confucio
- El desayuno de los campeones no son los cereales, sino los obstáculos. Nick Seitz
- La genialidad es un 1% de inspiración y un 99% de transpiración. Thomas Edison
- Dedica tiempo cada día a escuchar lo que tu musa está tratando de decirte. San Bartolomé
- No importa lo lento que vayas, lo que importa es que no te detengas. Confucio
- El que no tiene esperanza de ganar, ha perdido antes de empezar. José Joaquín Olmedo
- Toma riesgos: si ganas, serás feliz; si pierdes, serás sabio. Anónimo
- ¿No es la lucha e incluso los errores mismos lo que nos hacen mejores y nos ayudan a desarrollarnos, más que intentar alejarnos sistemáticamente de nuestras emociones? Vincent Van Gogh
- Cuando el objetivo te parezca difícil, no cambies de objetivo; busca un nuevo camino para llegar a él. Confucio
- Un problema es siempre una oportunidad para superarte a ti mismo. Duke Ellington
- Cuando el destino te entregue un limón, haz limonada. Dale Carnegie
- No envejecemos cuando vivimos, sino cuando perdemos el interés por la vida. M.B. Ray
- Toda persona de valía inicia su lucha dentro de sí mismo. Robert Browing
- Si las personas no hiciesen nunca tonterías, nunca se hubiese hecho nada inteligente. Ludwig Wittgenstein
- La verdad de cualquier cosa reside en como las sentimos, y no en como las pensamos. Stanley Kubrick
- …no acorrales nunca a un oponente, y ayúdale siempre a tener categoría. Evita la autosuficiencia, huye de ella como del demonio; nada ciega tanto. J.F. Kennedy
- En cuanto uno acepta menos de lo que se merece, recibe incluso menos de lo que acepta. Maureen Dowd
- La felicidad perfecta es la ausencia de su búsqueda. Chuang-Tse
23 de abril de 2008
Hueco
Además, era un ser autodestructivo, introvertido, antisocial, problemático, intolerante, egoísta, complicado e inaccesible… Cuando saltaba de repente con alguno de sus arrebatos, cual energúmeno, no había quién lo soportara. Las inseguridades y los complejos eran tan fuertes que le corroían el estómago y, para suplirlos, necesita subir su ego machacando a los demás.
Vamos, una persona por la que morirías para poder verla, al menos, una hora al día…
25 de abril de 2007
Yo. El Leñador
Yo vivía en el popular barrio de Los Cuentos Tradicionales y era el vecino de Alicia… Sí, la que se recorrió el País de las Maravillas gracias a Lewis Carrol…
Muchas veces, trabajaba en el mantenimiento de la piscina con forma de corazón de Caperucita
En fin, que aquel era un barrio de famosos y yo, El Leñador, no pintaba nada allí, pero gracias a mis conocimientos de fontanería, electricidad e instalador, en general, y mi reputación como manitas, en particular, me salió este puesto. Y… Damas y caballeros, yo era el chapucillas del barrio de Los Cuentos Populares. No está mal, ¿eh? Después de diez años, sigo sin acostumbrarme, sobretodo cuando les da por pagarme con galletitas y mariconaditas por el estilo, que entonces me entran ganas de seguir talando árboles indiscriminadamente a pesar de haberme obligado a dejar mi profesión y firmar Kyoto. Aquello fue como perder mi identidad, ni IKEA me contrataba. Fue frustrante.
Sin embargo, mis mayores problemas me los proporcionaba Alicia la vecinita. Estaba loquita por mis huesos y tendones, me perseguía, me llamaba, no me dejaba tranquilo. Le daba por meterse en mi cuarto de baño en tamaño una pulgada para espiarme sentada en el cepillo de dientes -que parecía ser un lugar de gran visibilidad- y luego dibujaba corazones de vaho en el espejo a modo de firma.
Aquella niña me acosaba hasta el hastío, así que acabé citándola ante los tribunales.
- ¡Culpable! – dijo el juez fríamente.
- ¿Cómo? ¡Mierda!
Para más INRI fallaron a su favor, tachándome de infanticida por la cara. Después del juicio me fui a casa, entré en la cocina, abrí el cajón del pan y ¿qué me encuentro?: ¡otra vez la vecina! Más que infanticida, debería haberle soltado al juez: soy un “pulguicida”, señor. ¡No te jode!
Unos meses más tarde, me enteré de que Alicia había seducido a mi abogado, por lo que las probabilidades de salir bien parado en aquel juicio estaban tan fuera de mi alcance como ser el protagonista de algún cuento tradicional…