18 de abril de 2007

Hincha en potencia

Era una tarde mezcla de negro y naranja, gritos arcaicos y testosterona a borbotones. La pelota giraba y botaba en su piel blanca-sucia con hexágonos oscuros, y la intensidad de los gritos competía con los decibelios del pito de las narices del tipo vestido de negro, que iba a juego con el balón y con los pantalones del equipo contrario. Mi colega “el peludo” iba a tirar a puerta y… Gol. Ahí marchaba la cosa, 1-2 e iban a perder, pero les quedaba la motivación, que se palpaba con las uñas de los dedos de los pies y menos mal que llevaba cholas para poder sentirla… A mi lado, dos rubias pletóricas conocidas, comían pipas y tiraban las cáscaras indiscriminadamente, como si tuvieran algún extraño tic o ataque de nervios repentino debido al estrés de la situación. De repente, aquello para, expectación, silencio, intriga, dolor de barriga… Uuuuuuy, no era para tanto. Y sigue. El naranja fluorescente me ciega la vista y no era el sol, sino el hastío ¿Por qué? Porque estaba aburrida, aburridísima.

El otro colega se limitaba a mirar sin decir nada, como yo. Otro gol: 1-3, ya era más que imposible. El aumento de la testosterona era directamente proporcional al tiempo del partido y, ya sé que es más difícil jugar que mirar, pero no por gritar más vas a conseguir que no falle ese penalti. ¿Y esto de pronto? ¡Cuánta violencia gratuita! Dejo de mirar un segundo y me pierdo lo más emocionante del partido ¿Me quieren explicar porqué se tiran balonazos entre ellos? Igual, si se lo pregunto a las rubias me dicen algo...

- El del pelo pincho le puso la zancadilla al peludo – dijo la más pletórica de las dos.

- Ah, vale, no lo había visto…

1-4, ya está, dejaron solo al portero y lo único que se puede hacer a estas alturas es asumir las consecuencias de tus actos, aprender de los errores… Entrenar al menos una vez a la semana, no venir a jugar de resaca o evitar los partidos de los lunes a toda costa… Pi, pi, piiiiiiiiiiiii.